martes, 26 de julio de 2022

Para Eva Perón.

Eva es el poder de la contradicción. La dialéctica de la mugre. Escoba y basura en simultáneo. Quien la quiera pura busque en una iglesia o en un laboratorio. Eva es hija y madre de la calle. Allí donde lo impoluto no nace. Abrumadora fuerza material de lo simbólico. Un símbolo que toca y consuela a todo el cansancio almacenado por siglos en la espalda de las multitudes. Esa espalda erosionada, escamada, encorvada, elegida como rostro. La espalda de esos cuerpos de los que solo  interesa que el lomo resista la montadura. Una sociedad que cabalga arriba de esos pobres, de esos vagos culpables de todo lo que hay que gastar en seguridad. Eva, la bruja sagrada y secular. Virginal y ninfómana. Modelo de la sensualidad plebeya, ardiente representante de esa libido voraz que resiste ahí donde la sociedad no ve deseo ni deseados. Porque la sociedad tiene una doctrina que nos aclara que los pobres no desean y que a la vez nadie desea ser pobre, salvo para hacer una épica burguesa-aventurera del testimonio resiliente. Eva es estandarte bíblico y hereje. La Mefista del comandante Fausto Perón, a quién excito e incitó a traer algo de justicia a esos mares de humilladas y humillados. No es necesario ser un experto en su biografía para explicar algo irracional desde la germinación misma. Ella buscaba despersonalizarse afirmando su presencia. Caprichosa ninfa que se negó a aceptar la sombra macabra exitosa de esta era. Ella sola bien en lo alto del vértice hizo y hará más que mil agrupaciones horizontalistas. Su garganta gritó todos los silencios. Su pecho albergó todas las angustias, sus manos drenaron la impotencia. Tutora de su misma faceta de crápula. Justiciera del circo institucionalizado de los partidos políticos, aguafiestas de las orgías fariseas. Develó los trucos de los magos del comercio. No echó a los mercaderes del templo. Les confiscó en la cara la mercadería y se la repartió a los linyeras que rondaban por allí. Quién busque pulcritud en Eva, confunde el ámbito. Ella nunca será una santa. Su nombre hoy es beato y mitológico pero su conducta era pagana, iracunda, indomable.  Nunca trajo suerte como estampita, más bien sus milagros son los más probables de tocar. Nombrarla es maleficio para el caretaje, para el progresismo cazador de perfección, pero es la curandera de los pobres, no porque los redima sino porque los desafía, los provoca. Fue una felina hambrienta en un nido de ratas.

No vino a sentir lástima por los desposeídos,  sino que les arrancó de cuajo la cobardía. La que les recuerda que las cuentas se las deben a ellos, que no hay peor fantasma que el de un pobre rebelado. Que no hay peor terror que el pobre que no inclina su tesón. Que no agradece la limosna. Que no pide permiso. Que se niega a rendir culto a la explotación. Que no celebra romperse el lomo mientras sus patrones son masajeados. Que no agasaja. Que no se conforma con las sobras. Que no teme a la cárcel. Que se sabe preso de antemano y por eso sabe mejor como ser libre. Lamentablemente apropiada por las banderas de la lentitud, cuando todo en ella era  ansiedad, urgencia,  desesperación por cambiar lo aberrante del presente.

Eva no es identidad ni mito. Es materialidad transformadora. Ella será lo que tu deseo quiere que sea. Así deja en evidencia que en lo que deseas también habla tu clase social, esa jaula abierta de la que nadie quiere escaparse.  Por eso un europeo no entiende a Eva Perón. Por eso un argentino fascista no entiende a Eva Perón. Por eso mismo muchos peronistas prefieren la romantización de Eva Perón.  La intelectualizan, la interpretan, exploran su biografía en busca de pecados. Pero solamente con sentirla tampoco alcanza. El fuego de Eva arde cuando la invocación es precisa y acorde con lo que ella profesó mientras anduvo en este plano; pisar la cabeza de los reyes, tanto de los que tienen un poder real como de esos que en su cabeza llevan una réplica barata de corona. 

Eva es una casa siempre dichosa de ser usurpada por vagabundos, parias, y expulsados del Edén. Es memoria que tiene vida propia. Y quienes la adoramos maldecimos al organismo humano. Porque a Eva su cuerpo la traicionó. Su cuerpo le tendió una trampa a su alma desbordada de amor.