que guían a quienes para caminar
no necesitan una brújula
sino tan solo mirar al cielo
esferas radiantes
que nos levantan la frente
cuando aturde la desesperanza
ni todas las canciones del mundo
sonando en simultáneo
ni todos los poemas desenvainados
ni todos los colores abrazados
podrán aliviar esa huella
pero nos queda
la lucha por el recuerdo
sino tan solo mirar al cielo
esferas radiantes
que nos levantan la frente
cuando aturde la desesperanza
ni todas las canciones del mundo
sonando en simultáneo
ni todos los poemas desenvainados
ni todos los colores abrazados
podrán aliviar esa huella
pero nos queda
la lucha por el recuerdo
sangrienta e infinita lucha.
Ese río ahí
con semblante plateado
se llenó con lágrimas de agonía
de todas las torturadas
de todos los torturados
Verdugueados hasta el infinito del dolor
por cometer el delito más bello
soñar una balanza
con dos gramos de justicia
ese río que está ahí
se tragó sin piedad
adolescentes que en plena pubertad
fueron masacrados por su solidaridad
ese maldito río
fue el colchón final
de obreros obligados a morir
en rituales de terror que no imaginó
ni el arquitecto del infierno
donde se renovaron los métodos de la monstruosidad
y muchos no dudaron en aplaudir el calvario
en justificar con cristo
a los bebés arrancados de sus madres
millones simularon sordera
cuando los gritos de desgarro
quebraban el viento
y aturdían el firmamento.
Almas con nata aun sienten nostalgia
de esos macabros y eternos días
pobres de ellos que
reducen a piedra
todo lo blando del espíritu humano.
Pobres de esos
que sueñan un jardín
donde los pájaros no canten
sino que repitan al unísono;
¡sí señor!
¡si señor!
¡si señor!
Ese río ahí
con semblante plateado
se llenó con lágrimas de agonía
de todas las torturadas
de todos los torturados
Verdugueados hasta el infinito del dolor
por cometer el delito más bello
soñar una balanza
con dos gramos de justicia
ese río que está ahí
se tragó sin piedad
adolescentes que en plena pubertad
fueron masacrados por su solidaridad
ese maldito río
fue el colchón final
de obreros obligados a morir
en rituales de terror que no imaginó
ni el arquitecto del infierno
donde se renovaron los métodos de la monstruosidad
y muchos no dudaron en aplaudir el calvario
en justificar con cristo
a los bebés arrancados de sus madres
millones simularon sordera
cuando los gritos de desgarro
quebraban el viento
y aturdían el firmamento.
Almas con nata aun sienten nostalgia
de esos macabros y eternos días
pobres de ellos que
reducen a piedra
todo lo blando del espíritu humano.
Pobres de esos
que sueñan un jardín
donde los pájaros no canten
sino que repitan al unísono;
¡sí señor!
¡si señor!
¡si señor!