lunes, 12 de noviembre de 2018

Calorimetría

Dos amigos en el centro de una canchita de barro
separados por diez metros
con una bolsa de poxirran cada uno
con una cantidad similar en cada bolsa
observándose mutuamente desde ángulos aberrantes
soplando a una frecuencia parecida.

Vimos a la luna hablarnos
se nos acercó,
nos murmuró unas palabras con eco eterno,
un eco perfumado de sueños.

Quedamos paralizados
respirando mezcla de terror
con paz inter-galáctica...
La luna se acercó aún más para sonreírnos
y luego se diluyó entre las paredes de los monoblocks.

Nos miramos con mi amigo Yoyo (ya muerto)
de 1 año más chico
y lo comprendimos sin requerir del idioma
habíamos compartido una idéntica experiencia sensorial
habitando dos cuerpos diferentes.

Gracias al poxirran
teníamos nuestro júbilo
yuxtapuesto al subdesarrollo.
Gracias al poxirran
fuimos bautizados por la luna.

Agradezco,
que existan entre las mercancías (aunque sea a pesar suyo)
formas de sacudir nuestra somnolienta apertura perceptiva.
Alucinar por la potencia de un pegamento de zapatos
en plena malaria económica
rodeado de un barrio agitado.

La malaria arrojó a más personas
al desamparo de la calle.
La vida era más comunitaria
había más público en las esquinas
porque había menos trabajo.

Y nadie soportaba estar adentro de esas casas porcinas
quedarse allí adentro era perderse la posibilidad
de pescar alguna dádiva
de la precaria y puberta delincuencia
héroes del infierno que nos suministraban
la ración indispensable de proteínas.

Colifas


Volverse loco es un viaje de ida
y encima en ese tren van todos apretados.
Hasta hoy creía que los locos eran perfectos
que no tenían errores
que con su locura descifraban el todo
pero me equivoqué
el loco tiene un error
ese error es el orgullo
el loco está orgulloso de estar loco
por eso se adueñó del mundo.

¿Y adonde metió el loco a los coherentes,
a los sanos, a los confiables?
En el loquero, los metió en el loquero.

Pronóstico reservado.

Escupo.
No sé si dolor, no sé si verdad.
Escupo.
Quizás truenos, quizás poesía.
Relámpagos, alumbran relámpagos.
El aire se espesa, la tierra se humedece.

Se presiente la lluvia, el ataque de las gotas.
El cielo tiene ganas de escupir:
Quizás su dolor, quizás su verdad,
quizás construye con truenos su mejor poesía.

Empezó
a
llover.

Ahora el agua perfora los detalles
el rebaño se esconde
le teme a la lluvia
porque le hace recordar a la naturaleza
y la naturaleza es un fantasma.

Llueve
más
fuerte.

El ejército de las gotas acribilla el asfalto
manosea transeúntes y
se fuga por las alcantarillas.

¡Llegó el viento!
¡Acariciando a los arboles!
¡Penetrando a la lluvia!

De repente
se deja atrapar por los edificios.

¿No te da pena la soledad del viento?

Ciudad Panóptica

El escenario es un colectivo
se respira fracaso y transpiración
no hay peor cárcel que la mirada del otro.

Miran por la ventanilla
pero sus ojos no viajan.
Desean ser otra cosa
pero algo les divierte la serialización.

Llego a mi destino y me bajo.
Me espera una reunión de
intelectuales de turno.

Sus ideas agarraron un piquete
a mi los piqueteros me dejaron pasar.
Antes que ahogarme decido marcharme.

Vuelvo al lugar donde mejor me refugio
busco esa cueva donde nadie me encuentre.
Ahí, donde puedo ser.
Ahí, donde no obedezco.
En la soledad, mi ambiguo consuelo.

las veredas sufren por
esa multitud que se queja de la lluvia
porque moja su ropa nueva
porque los retrasa en el trabajo.

Aunque el mundo es mas grande de lo que dicen
percibo que nos achicaron el tiempo...

PLAZA DOMINGO A LA TARDE

Cuerpos raros llenan los abismos de la plaza
Niños como adornos del egoísmo.
Desde mi ventana gritan;
¡Que tranquilo se vive sin piedad!

La calesita no para de toser,
cooperativa de juegos, casino de sonrisas.
¡Corren! ¡Al menos sienten el cuerpo!

Ratas prolijas y exhaustas dominan la plaza,
símbolos y confusión,
de a ratos vida.

La atmósfera en la plaza suda
hay una rara impaciencia,
el payaso se esfuerza en vender globos
y no en regalar sonrisas.

Pero a pesar de todo, los niños.
Ellos nos reviven, exhuman lo enterrado.
Convencen a dios de no destruir al mundo.
No tienen la enfermedad de ser adulto.

LA VENGANZA DEL CORDERO ATADO

Esta noche hay luna llena,
tendría que ser remedio santo.
Pero acá abajo todo está muy raro,
las miradas van bloqueadas, desteñidas, agitadas,
en espejos de colores,
hechizados y con la guardia en alto.

De repente me descuelgan
seres que van cantando melodías
enchufadas a parlantes sin lenguaje penal.

Personajes que no dependen de siniestros signos
de oscuros síntomas, de opacas aspiraciones.
Cantan que ficciones son los planteos,
enseñan:
¡Que hundido estoy en un sueño irreal!
les grito:
¡Cansado voy de comprar pinchados salvavidas
que flotan cuando no hay mar!

Un viento poseído, endemoniado por la vida
sale a la caza
de la luna llena.