*"Eva Sueña. El vuelo de los gorriones" es un libro de Martina Kaniuka,socióloga (UBA), gestora cultural y colaboradora en la Revista Sudestada. Eva Sueña... es su primer libro.
Prólogo de César González.
Eva es el poder de la contradicción. La dialéctica
de la mugre. Escoba y basura en simultáneo. Quien la quiera pura busque en una
iglesia o en un laboratorio. Eva es hija y madre de la calle. Allí donde lo
impoluto no nace. Ella es una abrumadora fuerza material de lo simbólico. Un
símbolo que toca y consuela a todo el cansancio almacenado por siglos en la
espalda de las multitudes. Esa espalda erosionada, escareada, encorvada,
elegida como rostro. La espalda de esos cuerpos de los que solo
interesa que el lomo resista la montadura. Una sociedad que cabalga arriba de
esos pobres, de esos vagos culpables de todo lo que hay que gastar en
seguridad. Eva, la bruja sagrada y secular. Virginal y ninfómana. Modelo de la
sensualidad plebeya, ardiente representante de esa libido voraz que resiste ahí
donde la sociedad no ve deseo ni deseados. Porque la sociedad tiene una doctrina
que nos aclara que los pobres no desean y que a la vez nadie desea ser pobre,
salvo para hacer una épica burguesa-aventurera del testimonio resiliente. Eva
es estandarte bíblico y hereje. La Mefista del comandante Fausto Perón, a quién
excito e incitó a traer algo de justicia a esos mares de humilladas y
humillados. No es necesario ser un experto en su biografía para explicar algo
irracional desde la germinación misma. Ella buscaba despersonalizarse afirmando
su presencia. Caprichosa ninfa que se negó a aceptar la sombra macabra que domina
la era humana. Sabía que sembrando su discurso en lo más profundo del
territorio de la política era un acto colectivo de por sí. Ella sola bien en lo
alto del vértice hizo y hará más que mil agrupaciones horizontalistas. Su
garganta gritó todos los silencios. Su pecho albergó todas las angustias, sus
manos drenaron la impotencia. Tutora de su misma faceta de crápula. Justiciera
del circo institucionalizado de los partidos políticos, aguafiestas de las
orgías fariseas. Develó los trucos de los magos del comercio. No echó a los mercaderes
del templo. Les confiscó en la cara la mercadería y se la repartió a los
linyeras que rondaban por allí.
Quién busque pulcritud en Eva, confunde el ámbito.
Ella nunca será una santa. Su nombre era beato y mitológico pero su conducta
era pagana, iracunda, indomable. Nunca
trajo suerte como estampita, más bien sus milagros son los más probables de
conseguir. Nombrarla es maleficio para el caretaje, para el progresismo cazador
de perfección, pero es la curandera de los pobres, no porque los redima sino
porque los desafía, los provoca. Fue una felina hambrienta en un nido de ratas.
No vino a sentir lástima por los pobres, sino que les arrancó de cuajo la cobardía. La
que les recuerda que las cuentas se las deben a ellos, que no hay peor fantasma
que el de un pobre rebelado. Que no hay peor terror que el pobre que no inclina
su tesón. Que no agradece la limosna. Que no pide permiso. Que se niega a
rendir culto a la explotación. Que no celebra romperse el lomo mientras sus
patrones son masajeados. Que no agasaja. Que no se conforma con las sobras. Que
no teme a la cárcel. Que se sabe preso de ante mano y por eso sabe mejor como
ser libre.
Lamentablemente apropiada por las banderas de la
lentitud, cuando todo en ella era ansiedad, urgencia, desesperación
por cambiar lo aberrante del presente.
Eva no es identidad ni mito. Es materialidad
transformadora. Ella será lo que tu deseo quiere que sea. Así deja en evidencia
que en lo que deseas también habla tu clase social, esa jaula abierta de la que
nadie quiere escaparse. Por eso un europeo no entiende a Eva Perón. Por
eso un argentino europenoide no entiende a Eva Perón. Por eso mismo muchos
peronistas prefieren la romantización de Eva Perón. La intelectualizan,
la interpretan, exploran su biografía en busca de pecados. Pero ella es quien
es gracias a esos pecados. Pero solamente con sentirla tampoco alcanza. El
fuego de Eva arde cuando la invocación es precisa y acorde con lo que ella profesó
mientras anduvo en este plano; pisar la cabeza de los reyes, tanto de los que
tienen un poder real como de esos que en su cabeza llevan una réplica de corona.
Eva es una casa siempre dichosa de ser usurpada por vagabundos, parias,
y expulsados del Edén. Es memoria que tiene vida propia. Y quienes la
adoramos maldecimos al organismo humano. Porque a Eva su cuerpo la traicionó. Su cuerpo le tendió una trampa a su alma
desbordada de amor.
1 comentario:
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